11/3/16

OBRAS DE LA MUESTRA "LOS ALUMNOS DEL IES PEDRO DE TOLOSA NOS EX-PONEN A TONO"

 
A continuación mostramos algunas de las obras que vivieron su puesta de largo en la inauguración de la colectiva “Los Alumnos del IES Pedro de Tolosa Nos Ex-Ponen a Tono” en homenaje al genial Antonio de Lara Gavilán (TONO) en el 120 aniversario de su nacimiento:
 


(Página 28)

El domingo estuve con mi padre en el campo, que es una cosa verde que hay alrededor de las casas de las afueras de Madrid. De pronto mi padre me dijo señalando un lugar con un dedo que tiene para señalar cosas.

 

—Mira qué borreguitos.

 
Yo miré hacia donde señalaba con el dedo de mi padre y vi, efectivamente, unos borreguitos muy asquerosos que parecían piedras andando.
 
 
 
 
Página 63
“Aunque todo el mundo estuviese lleno de espinas, un corazón enamorado estaría en un campo de rosas”.
 
 
 
(Página 35)
 
—Dígame, don Felipe, ¿por qué los negros son negros?
 

[…]
 
—Pues bien, hijo mío, la respuesta a esa pregunta es sencilla: los negros son negros para que sepamos que son negros. Si los negros fueran verdes, o fueran colorados, o fueran a rayas, ¿cómo íbamos a saber que eran negros? […]
 
 
 
 
Página 27
Como mi padre quiere que aprenda de todo, me llevó la otra noche a ver una ópera. […]
Había una tiple muy gorda que creo que era la tiple ligera, cosa que no acabé de comprender estando tan gorda como estaba, que cantaba como una descosida. Algunas personas cerraban los ojos, según mi padre, para oír mejor. Pero yo creo que lo hacían para no ver a la tiple ligera la cual abría una boca tan grande que daban ganas de echarle por ella un paquete postal.
 
 
 
Página 1
Después de lavarme, cosa que me ha molestado bastante, y que no me explico, pues todavía no me he revolcado por el suelo, me han rebozado con unos polvos blancos que parecen harina, y he temido que fueran a freírme. Pero, afortunadamente, no me han frito y sigo tan crudo como el primer día.


 
(Página 33)

 Siempre he sentido verdadera admiración por las moscas y, si hubiera manera de arreglarlo, me gustaría ser mosca. Eso de poder pararse en las calvas de los señores respetables y de pasear por la orilla de la sopa y de hacer dar patadas a los caballos, me entusiasma.

 
 
 
 
 
 
Página 34
En mi casa han comprado un pavo. Al principio, no me di cuenta de lo que era, porque como tiene esa facha creí que lo que habían comprado era un paraguas. Contribuyó a esta creencia el que el pavo dejara un charquito en el recibimiento.
—¡Hombre! —me dije—, un paraguas con puño de pavo…
Pero, cuando empezó a dar esos gritos tan tontos que dan los pavos, que parece que se les ha caído un niño por la escalera, me di cuenta de que aquello no era un paraguas y que era un pavo.
Le he puesto de nombre don Federico porque se parece mucho al administrador de mi padre, que se llama así, y va vestido igual que el pavo, con un traje negro y una corbata colorada.
 
 
 
 
 
Página 12
La otra tarde fui por primera vez al circo. El circo es un local con forma de circo en el que pasan cosas realmente extraordinarias. Había una señorita que se subía por el alambre sin saber por qué. Yo no comprendí por qué aquella señorita se paseaba por un alambre en vez de  pasearse por el Retiro que es mucho más hermoso y tiene muchos más sitios por donde pasear y comer cacahuetes. Además, como el alambre era muy corto llegaba en seguida a la punta y tenía que volverse sin encontrar a nadie a quien saludar y preguntarle por su familia, que es de las cosas mejores de los paseos.
 
 
 
 
Página 45
La otra tarde, cuando mi abuelita tomaba su taza de café con leche, dijo de pronto:
—La vida es como este terrón de azúcar. Un buen día se diluye uno y desaparece para siempre sin dejar más que un efímero recuerdo…
 
 
Página 43
He visto un partido de fútbol y confieso que no entiendo nada de lo que pasa en el fútbol. Primero, salieron unos señores vestidos de niño entre los cuales había otro vestido también de niño que tenía un pito, los otros señores vestidos de niño empezaron a correr como locos detrás de una pelota, dándole patadas y más patadas.
 
 Yo le dije a mi padre que aquello no tenía la menor lógica, porque, una de dos, o aquellos señores querían la pelota, en cuyo caso no tenían por qué darle patadas, o no querían la pelota, en cuyo caso no tenían por qué correr detrás de ella.
 
 
 
Página 6
Resulta que, en todos los cruces de calles importantes, hay un señor, que se llama guardia, que se pasa el día tocando un pito para que no pueda pasar nadie.
 Yo creí que este señor que se llama guardia era el propietario de la calle y estaba allí para que no pasaran más que las personas de su familia y la gente que le fuera simpática, pero, parece ser que está allí para no dejar pasar absolutamente a nadie.
 
 
 
(Página 37)

He descubierto que la Historia Natural me gusta bastante, pues gracias a ella se puede aprender en un momento cómo es una gallina o cómo no es una gallina.
 

Si todo el mundo estudiara la Historia Natural esa, sabrían perfectamente lo que es una gallina y se evitarían la vergüenza de tener que ir por ahí preguntándoselo a los guardias.

  Página 15
No comprendo para qué sirven los maestros en las escuelas, pues he podido observar que los maestros, en vez de enseñarnos lo que son las cosas, se pasan el día preguntándonoslas.
[…]
Yo pienso, que, para este viaje, no se necesitan alforjas, aunque también creo que no se necesitan alforjas para ningún viaje, ni he visto, hasta ahora, a nadie que viaje con alforjas. Si digo esto de las alforjas es porque lo dice mi abuelita que dice muchas cosas de éstas.
 
 
 
Página 54
He ido por primera vez al teatro y lo he pasado jamón, como creo que se dice. Mientras estaba bajando el telón, se oía cómo los carpinteros clavaban clavos y más clavos hasta que, por fin, se levantaba el telón y en contra de lo que yo esperaba, no aparecía ni el más pequeño carpintero.
Entonces, lo que pasaba es que salía el primer actor y empezaba a hablar hasta que, los del público, nos enterábamos de que estaba enamorado de la primera actriz y, cuando ya había conseguido su propósito, bajaba el telón y volvían los carpinteros a clavar clavos como unos energúmenos.
 
Página 63
Comprenderás, hijo mío, que, después de escuchar semejante diálogo, mi corazón se inundó en un mar de dudas. ¿De qué me había servido atormentar mi cerebro y buscar bellos pensamientos? Entonces, comprendí que el amor no era lo que yo me había figurado, y fui y me casé con tu madre.
 

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