(Página 28)
El
domingo estuve con mi padre en el campo, que es una cosa verde que hay
alrededor de las casas de las afueras de Madrid. De pronto mi padre me dijo
señalando un lugar con un dedo que tiene para señalar cosas.
—Mira
qué borreguitos.
Yo miré hacia donde señalaba
con el dedo de mi padre y vi, efectivamente, unos borreguitos muy asquerosos
que parecían piedras andando.
Página 63
“Aunque todo el mundo
estuviese lleno de espinas, un corazón enamorado estaría en un campo de rosas”.
(Página 35)
—Dígame,
don Felipe, ¿por qué los negros son negros?
[…]
—Pues bien, hijo mío, la
respuesta a esa pregunta es sencilla: los negros son negros para que sepamos
que son negros. Si los negros fueran verdes, o fueran colorados, o fueran a
rayas, ¿cómo íbamos a saber que eran negros? […]
Página 27
Como
mi padre quiere que aprenda de todo, me llevó la otra noche a ver una ópera.
[…]
Había una tiple muy gorda
que creo que era la tiple ligera, cosa que no acabé de comprender estando tan
gorda como estaba, que cantaba como una descosida. Algunas personas cerraban
los ojos, según mi padre, para oír mejor. Pero yo creo que lo hacían para no
ver a la tiple ligera la cual abría una boca tan grande que daban ganas de
echarle por ella un paquete postal.
Página 1
Después
de lavarme, cosa que me ha molestado bastante, y que no me explico, pues
todavía no me he revolcado por el suelo, me han rebozado con unos polvos
blancos que parecen harina, y he temido que fueran a freírme. Pero,
afortunadamente, no me han frito y sigo tan crudo como el primer día.
(Página 33)
Página 34
En
mi casa han comprado un pavo. Al principio, no me di cuenta de lo que era,
porque como tiene esa facha creí que lo que habían comprado era un paraguas.
Contribuyó a esta creencia el que el pavo dejara un charquito en el
recibimiento.
—¡Hombre!
—me dije—, un paraguas con puño de pavo…
Pero,
cuando empezó a dar esos gritos tan tontos que dan los pavos, que parece que se
les ha caído un niño por la escalera, me di cuenta de que aquello no era un
paraguas y que era un pavo.
Le he puesto de nombre don
Federico porque se parece mucho al administrador de mi padre, que se llama así,
y va vestido igual que el pavo, con un traje negro y una corbata colorada.
Página 12
La otra tarde fui por
primera vez al circo. El circo es un local con forma de circo en el que pasan
cosas realmente extraordinarias. Había una señorita que se subía por el alambre
sin saber por qué. Yo no comprendí por qué aquella señorita se paseaba por un
alambre en vez de pasearse por el Retiro
que es mucho más hermoso y tiene muchos más sitios por donde pasear y comer
cacahuetes. Además, como el alambre era muy corto llegaba en seguida a la punta
y tenía que volverse sin encontrar a nadie a quien saludar y preguntarle por su
familia, que es de las cosas mejores de los paseos.
Página 45
La
otra tarde, cuando mi abuelita tomaba su taza de café con leche, dijo de
pronto:
—La vida es como este
terrón de azúcar. Un buen día se diluye uno y desaparece para siempre sin dejar
más que un efímero recuerdo…
Página 43
He
visto un partido de fútbol y confieso que no entiendo nada de lo que pasa en el
fútbol. Primero, salieron unos señores vestidos de niño entre los cuales había
otro vestido también de niño que tenía un pito, los otros señores vestidos de
niño empezaron a correr como locos detrás de una pelota, dándole patadas y más
patadas.
Página 6
Resulta
que, en todos los cruces de calles importantes, hay un señor, que se llama
guardia, que se pasa el día tocando un pito para que no pueda pasar nadie.
(Página 37)
He
descubierto que la Historia Natural me gusta bastante, pues gracias a ella se
puede aprender en un momento cómo es una gallina o cómo no es una gallina.
Si
todo el mundo estudiara la Historia Natural esa, sabrían perfectamente lo que
es una gallina y se evitarían la vergüenza de tener que ir por ahí
preguntándoselo a los guardias.
Página 15
No
comprendo para qué sirven los maestros en las escuelas, pues he podido observar
que los maestros, en vez de enseñarnos lo que son las cosas, se pasan el día
preguntándonoslas.
[…]
Yo pienso, que, para este
viaje, no se necesitan alforjas, aunque también creo que no se necesitan
alforjas para ningún viaje, ni he visto, hasta ahora, a nadie que viaje con
alforjas. Si digo esto de las alforjas es porque lo dice mi abuelita que dice
muchas cosas de éstas.
Página 54
He
ido por primera vez al teatro y lo he pasado jamón, como creo que se dice.
Mientras estaba bajando el telón, se oía cómo los carpinteros clavaban clavos y
más clavos hasta que, por fin, se levantaba el telón y en contra de lo que yo
esperaba, no aparecía ni el más pequeño carpintero.
Entonces, lo que pasaba es
que salía el primer actor y empezaba a hablar hasta que, los del público, nos
enterábamos de que estaba enamorado de la primera actriz y, cuando ya había
conseguido su propósito, bajaba el telón y volvían los carpinteros a clavar
clavos como unos energúmenos.
Página 63
Comprenderás, hijo mío,
que, después de escuchar semejante diálogo, mi corazón se inundó en un mar de
dudas. ¿De qué me había servido atormentar mi cerebro y buscar bellos
pensamientos? Entonces, comprendí que el amor no era lo que yo me había
figurado, y fui y me casé con tu madre.
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